Nivel 1 – LECCIÓN 10 – NUESTRA IDENTIDAD ES LA DE CRISTO (PARTE 2)

Por Andrew Wommack

En la última lección, estudiamos lo que significa ser vuelto a nacer: significa que en nuestros espíritus, nuestros corazones han cambiado. Usamos 2 Corintios 5:17, que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” RVR 1960. Empezamos a ver que cuando somos vueltos a nacer, hay una transformación total que se ha llevado a cabo en nuestros espíritus, y la única manera para saber qué fue lo que sucedió en nuestros espíritus es por medio de la Palabra de Dios. No podemos percibirlo por medio de cosas externas, tampoco podemos percibirlo por medio de nuestras emociones, porque eso está en el ámbito del alma. Pero en nuestra parte espiritual, hay una transformación total.

Permíteme usar unos cuantos versículos que muestran lo que sucede cuando una persona recibe a Jesucristo en su vida. Efesios 4:24 dice: “Y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad”. Cuando una persona es vuelta a nacer, su espíritu se hace justo y verdaderamente santo. De hecho la Biblia habla de dos tipos de justicia.

Hay una justicia que tú produces por medio de tus propias acciones, y tú debes mantener esa manera justa de obrar en tus relaciones con otras personas. Si tú no vives con virtud y no haces lo correcto, tu jefe podría correrte o tu cónyuge podría divorciarse de ti; por lo tanto tienes que tener una manera justa de obrar. No obstante, Dios no te acepta con base en tu justicia. Dios literalmente te dio Su justicia.

2 Corintios 5:21 dice que Dios el Padre hizo que el Hijo se convirtiera en pecado por nosotros para que pudiéramos convertirnos en la justicia de Dios en Él. Por lo tanto hay una justicia que va más allá de nuestra justicia externa y está basada en lo que Dios hizo por nosotros. Nosotros literalmente recibimos la justicia de Dios por fe en Cristo. Fuimos creados en justicia y verdadera santidad. No estamos madurando para llegar a tener esa justicia; ya somos justos. Si lo definimos de una manera simple diríamos que ya tenemos una relación correcta con Dios.

Dios está satisfecho con nosotros a causa de Cristo, y nada más. Nuestros espíritus son el lugar donde el cambio ocurrió. Ya fuimos creados en la justicia y santidad de la verdad y somos criaturas novísimas. Efesios 2:10 dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. En nuestros espíritus, somos perfectos y estamos completos. No hay pecado ni deficiencia. Efesios 1:13 dice: “Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” RVR 1960.

Algunos de ustedes podrían pensar: “Pues bien, al principio cuando creí en el Señor, sí creí que fui totalmente perdonado y limpiado, y que todo estaba bien. Pero desde aquel entonces, he pecado, volví a fallarle a Dios”. Si así fue, tú fallaste en tus acciones y en tu parte mental y emocional, pero tu espíritu no pecó. Fue sellado así como cuando una mujer pone fruta en un envase y cubre la tapa con parafina para envasarlo al vacío y así mantener fuera todas las impurezas. Dios te selló, así que cuando fuiste vuelto a nacer, recibiste un espíritu nuevo, y el pecado no penetra tu espíritu. Tú tienes una nueva identidad. Para que tú tengas amistad con Dios, tienes que convivir con Él y tienes que adorarlo, con base en quien eres en tu espíritu y no quien eres en tu carne.

En realidad ésta es la gran transformación en la vida Cristiana—que la persona tiene que cambiar su identidad. Tú no debes relacionarte con Dios con base en lo que haces en el ámbito físico, ni en lo que piensas en tu mente, sino por quien eres en el espíritu con base en lo que Él ha hecho por ti. Ésa es una obra completa, algo que no fluctúa (no cambia). Tú fuiste creado en la justicia y santidad de la verdad. Ésa es tu parte espiritual, y para convivir con Dios, tienes que adorarlo en espíritu y en verdad. Tienes que permanecer firme en el hecho de que tu identidad es la de Cristo.

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