Nivel 3 – LECCIÓN 06 – EL REY Y SU REINO

Por Don Krow

En el Antiguo Testamento, lo que diferenciaba a Israel de otras naciones era el hecho de ser una teocracia. Dicho en otras palabras, era una nación que estaba gobernada directamente por Dios (Isaías 43:15). Más adelante en la historia de Israel, los israelitas querían ser como las otras naciones del mundo, querían estar gobernados por un rey terrenal (1 Samuel 8:5-19). Así que Dios les concedió su petición y escogió para ellos un rey que se llamaba Saúl (1 Samuel 10:24-25). Más adelante, por la desobediencia de Saúl, Dios ascendió a David para que se convirtiera en rey, un varón conforme a Su corazón (Hechos 13:21-22 y 1 Reyes 15:3).

Se suponía que el rey era el representante visible del Dios invisible (Deuteronomio 17:14-20). Cuando el rey obedecía al Señor, él y su reino prosperaban. Cuando el rey no obedecía al Señor, él y su reino eran llevados al cautiverio y a la ruina (1 Samuel 15:22-23).

Cuando Dios escogía a un rey, Él enviaba a un profeta para ungirlo con aceite. Esto ejemplificaba al Espíritu Santo viniendo sobre él para llenarlo de poder y para ungirlo para que reinara. Era entonces cuando el Espíritu de Dios venía sobre él y cambiaba su corazón para que gobernara con justicia, porque Dios estaba con él (1 Samuel 10:1, 6-7, y 9). Esta unción para gobernar (o para ser rey) es de donde proviene la idea del Mesías. La palabra “ungido” en hebreo es Mashiac (Mesías) y se tradujo como christos (Cristo) en el griego. Los profetas del Antiguo Testamento profetizaron que en el futuro, el Mesías (o el ungido) iba a venir, y que el Dios del cielo establecería un reino que nunca sería destruido (Daniel 2:44, 7:14, y 27). En las Escrituras, si te das cuenta, Jesucristo nunca les explicó a los judíos a qué se refería cuando hablaba del reino. Era un concepto del Antiguo Testamento algo que ellos ya estaban esperando (Isaías 9:6-7, 11:1-6; Daniel 2:44, 7:13-14, 18, y 27).

Es imposible comprender el mensaje de Jesucristo sin tener un entendimiento básico del reino. El reino fue el mensaje que Jesucristo declaró y el único mensaje que Él le ordenó a sus discípulos que predicaran (Marcos 1:14-15, Lucas 9:1-2, Hechos 28:23-31, Lucas 16:16, y Mateo 24:14). A este mensaje también se le conocía como “la salvación” o la oferta de “la vida eterna” (Hebreos 2:3; Mateo 19:16, compararlo con 19:23; Hechos 28:23-24, 28 y, 30 y 31). La frase “el reino de Dios” lleva en sí la idea de un grupo de personas que serán gobernadas por Dios. Para poder entrar al reino de Dios, se tenía que cumplir con ciertos requisitos. Se requería un cambio de actitud. Ese cambio de actitud es lo que la Biblia llama el arrepentimiento. Era un cambio de corazón para con Dios; es decir, alejarse de Satanás, del pecado y de los caminos del pecado, para acercarse a Dios, a Cristo, y a sus caminos. Conforme uno se acerca, Dios ofrece (como un regalo por medio de la sangre derramada de Jesús) el perdón de pecados y la vida eterna (Romanos 6:23). Esta “buena nueva” se conoce como “el Evangelio de la gracia” o la predicación del “reino de Dios” (Hechos 20:24-25).

El reino de Dios se caracteriza por la gracia (Mateo 20:1-16) y ha llegado silenciosamente y en secreto con el ministerio de Jesús (Mateo 13:33). Algún día en el futuro culminará con una consumación visible y gloriosa (Mateo 13:36-43).

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