Nivel 1 – LECCIÓN 12 – LA INTEGRIDAD DE LA PALABRA DE DIOS

Por Andrew Wommack

Marcos 4 es un capítulo trascendental acerca de la integridad que la Palabra de Dios tiene—el poder, la virtud, y la fe que están en ella. Por lo menos se enseñaron diez parábolas ese día. Debes comparar Marcos 4 con Mateo 13 y Lucas 8 para llegar a esta conclusión. Hubo varias parábolas, una de las cuales se refería al sembrador que siembra la semilla. Marcos 4:26 dice: “El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra”. Recuerda que el versículo 14 dice que la semilla es la Palabra de Dios. En realidad Dios no te está enseñando cómo ser un agricultor, sino que está usando un ejemplo natural para ilustrar una verdad espiritual. El versículo 27 dice: “Y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe”. Ahora bien, yo creo que esto es importante. Dice que el hombre en realidad no entiende. Él no sabe cómo está sucediendo.

Algunas personas dicen: “Yo no entiendo lo que estás diciendo. ¿Cómo puede realmente cambiarme la lectura de la Palabra y hacer que la vida de Dios se vivifique en mi interior?” Yo tampoco lo entiendo por completo, pero sé que funciona. No entiendo cómo puedes plantar una semilla pequeña en la tierra y que toda una espiga con mazorcas crezca y que se reproduzca al ciento por uno. Nadie lo entiende por completo, pero funciona, y te aseguro que verdaderamente funciona. Leer la Palabra de Dios y permitirle que empiece a saturarte cambia tu actitud, tu experiencia, y tus percepciones.

El versículo 28 dice: “La tierra produce fruto por sí misma”. La tierra fue hecha para incubar la semilla, y para hacerla germinar y liberar esa vida. Tu corazón fue hecho para la Palabra de Dios—de veras. La Palabra de Dios fue creada para ser puesta en tu corazón. El solo hecho de tomar la Biblia y abrazarla, o ponerla encima de tu mesita para el café, o llevarla contigo no tiene ninguna virtud. No libera el poder en tu vida. Tú tienes que tomar la Palabra, convertirla en una semilla, y plantarla en tu corazón. Cuando haces eso tu corazón está diseñado para llevar fruto en sí. Cambiará automáticamente la manera como las cosas funcionan en tu vida. El versículo continúa diciendo: “Primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga”. Esto implica que hay etapas o fases de crecimiento y madurez. Todo el tiempo hay personas que me abordan y que expresan que Dios les va a dar algo muy bueno, algo santo con lo que yo puedo estar de acuerdo. Pero si esas personas nunca han hecho nada, nunca han convertido a alguien al Cristianismo, puedo garantizarte que no van a tener un ministerio en la radio o la televisión en unas cuantas semanas.

Tienes que hacer las cosas por partes. Hay etapas para recibir algo de Dios, y eso es lo que esta parábola está ilustrando. En primer lugar, tienes que empezar, luego viene la esperanza, y luego la fe, y después eso produce resultados. Siempre hay etapas hacia la victoria. Nadie va a pasar de cero a mil kilómetros por hora inmediatamente. Aunque sea un deseo virtuoso, no va a funcionar de esa manera. La Escritura está mostrando que el reino de Dios es como una semilla. La Palabra tiene que ser plantada en tu corazón, y el crecimiento se da por etapas: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. El siguiente versículo dice: “Y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado” RVR 1960. Hay etapas, pero finalmente llegará el tiempo de la fertilidad y de la madurez.

El punto principal se establece en el versículo 35, “Ese día, caída ya la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado”. Jesucristo les había estado enseñando todo el día acerca del poder de la Palabra, de que la Palabra es como una semilla, y cómo ésta libera la vida de Dios en sus vidas. Les había estado enseñando eso por lo menos con diez parábolas, así que les puso una prueba. Él les dijo: “Muy bien, aquí está la Palabra del Señor—pasemos al otro lado del lago”. Él no dijo: “Subámonos a la barca, avancemos hasta la mitad del lago, para después ahogarnos”, sino que dijo: “Pasemos al otro lado”. Después se subió a la barca y se durmió. La historia dice que se levantó una gran tempestad y que el agua anegaba la barca. Tienes que recordar que no era un crucero con camarotes en los cuales Jesucristo estaba seco sin saber qué estaba sucediendo. Era una barca sin cubierta y Jesucristo estaba dormido, balanceándose en el agua. La razón por la que esto es importante es porque Él estaba consciente de lo que estaba sucediendo, pero Él seguía tratando de dormir. Los discípulos se molestaron, se acercaron a Él, y le dijeron: “¡Haz algo! ¡Agarra una cubeta y desagua! ¡Rema, haz algo! ¡Tú no estás haciendo tu parte!”

Hoy por hoy muchas veces la gente hace lo mismo con Dios y dicen: “Dios, ¿por qué no has hecho algo?” Dios sí hizo algo. Él ha suministrado todo lo que necesitamos por medio de la expiación del Señor Jesucristo. Él produjo Su Palabra y nos ha dado todas estas semillas. Nuestra tarea es sembrarlas en nuestros corazones, y meditar en eso hasta que se libere la vida. Pero los discípulos querían despertar a Jesucristo y decir: “¿Por qué no estás haciendo algo?” Él se levantó, reprendió el viento y las olas, y sobrevino una gran calma. Luego se volteó y le dijo a sus discípulos: “¿Por qué tienen tanto temor? ¿Cómo no tienen fe?” Él no dijo: “Señores, lo siento. Debí haber hecho algo”. No, Su parte era enseñarles la Palabra y darles las promesas. Dios ha proveído todo por medio de la venida de Jesucristo a esta tierra. Él ya te dio todo lo necesario para tener éxito en cada área de tu vida, a manera de semilla en la Palabra. Todo lo que tienes que hacer es tomar las semillas de la Palabra de Dios y plantarlas en tu corazón al leerlas, meditar en ellas, pensar en ellas, y permitirles que echen raíz en tu interior. Conforme haces eso, serás capaz de levantarte y de detener las tormentas en tu vida.

Yo creo que la voluntad de Dios para esos discípulos era que ellos tomaran la enseñanza que Él les había dado y que dijeran: “Pasemos al otro lado”. Ellos pudieron haber dicho: “De acuerdo a todo lo que Él nos enseñó hoy, ésta es una promesa. El mismísimo Creador del universo dijo pasemos al otro lado, mas no dijo lleguemos hasta la mitad para ahogarnos allí”. Pudieron haber tomado esa palabra, combinarla con fe, y reprender el viento y las olas. Eso es exactamente lo que Jesucristo dijo: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudaron?” ¿Sabes qué? Tenemos que creer la Palabra de Dios para actuar conforme a ésta.

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