Por Don Krow
Hoy vamos a hablar acerca de la demonología. Durante Su ministerio en la tierra Jesucristo se dedicó a echar fuera demonios, sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, y a hacer otros milagros. Aproximadamente una cuarta parte de Su ministerio consistió en echar espíritus malos fuera de la gente. La Biblia nos dice en Hechos 10:38: “Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él”. También, 1 Juan 3:8 dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”. Yo tenía una opinión diferente acerca de la demonología—que los demonios, los espíritus malignos, los espíritus inmundos, los diablos, o como quieras llamarlos—solamente se aparecían en la India o en los países tercermundistas donde la gente no adora al Dios vivo y verdadero sino que adoran a los ídolos. Yo estaba equivocado.
Quiero contarte una experiencia que tuve hace varios años en una iglesia en Dallas, Texas. Toda la gente estaba cantando cuando de repente una jovencita se cayó al suelo. Parecía como si estuviera teniendo un ataque. Por casualidad estaba presente un médico, cuyo nombre era Dr. Rice. Unas personas de la iglesia tenían una casa que estaba como a una cuadra de la iglesia, el doctor dijo que la lleváramos allí para que él pudiera examinarla. Cuando llegamos a esa casa, ¡la joven parecía un gato salvaje! Sus pupilas estaban dilatadas, y había una voz masculina que estaba hablando por medio de esa jovencita, que probablemente pesaba menos de 50 kg. De repente, esa cosa empezó a atacarme verbalmente, diciendo cosas como: “¡TÚ TE VAS A IR AL INFIERNO!” Yo contesté: “No, no lo haré”. Yo estaba asustado porque nunca antes había visto nada como eso. Dijo: “SÍ, TE VAS A IR AL INFIERNO”, y yo contesté: “No, no iré. No me voy a ir al infierno”. Ese ente actuaba como si tuviera poder y autoridad sobre mí. Y yo no sabía qué hacer ni cómo lidiar con esa cosa que estaba dentro de esa joven.
Un buen amigo mío estaba tan asustado que se fue inmediatamente, y allí me quedé yo. Pensé: “¡Caramba!, ¿qué voy a hacer?” La joven tenía una fuerza sobrenatural, y empezó a hablar algo que parecía alemán, lo cual ella nunca había aprendido—toda clase de manifestaciones violentas del diablo se manifestaban en ella. Ella estaba poseída por un demonio, y aunque yo no sabía qué hacer, siempre había creído que la Biblia tiene poder. Es como cuando eras niño y veías las películas de terror de Drácula. El vampiro se acercaba a la persona, y de repente la persona sacaba un crucifijo y el vampiro exclamaba “¡ARRRGH!” Ésa es la idea que yo tenía de la Biblia. Yo sabía que la Biblia tenía poder, pero no sabía cómo sacar ese poder de la Biblia. La gracia de Dios me ayudó, porque nunca antes había experimentado algo como eso. Abrí mi Biblia en el Nuevo Testamento y de casualidad se abrió en el libro de Filipenses. Empecé a leer en el capítulo 2 versículos 8-11: “Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.
El demonio dijo: “¡No digas eso! ¡No puedo soportar esas palabras! ¡No digas eso!” yo pensé: “¡Qué reacción tan tremenda!” Así que dije: “Pues bien, en el nombre de Jesús se dobla toda rodilla—de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra”. “¡No digas eso! ¡No puedo soportar esas palabras! ¡No digas eso, no digas eso!” ella gritó. Yo pensé: “¡Este diablo se está volviendo loco dentro de esta joven, y lo único que estoy haciendo es leer la Palabra de Dios!” Así que continué leyendo: “Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra”. De nuevo se dio la misma reacción; “¡No digas eso, no puedo soportarlo!” Entonces el demonio hizo que la niña se tapara los oídos, y ella dijo: “¡No digas eso! ¡No puedo soportar esas palabras, no digas eso!” El diablo aventó a la niña enfrente de mí, y ella empezó a arrodillarse ante el nombre de Jesús. Y yo dije: “En el nombre de Jesús se dobla toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra”.
Unos momentos antes, el diablo tenía autoridad y poder sobre mí. Yo pensé que me iba dar una paliza, que me iba a golpear, o a aventarme por allí—¡no tenía ni idea! Lo único que sabía era que la Biblia tiene poder, y la abrí y empecé a leer. La Biblia dice en Efesios 6:17: “Y tomad… la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”. ¿Te das cuenta?, hay un arma de ataque que es como una espada que cortará y herirá al enemigo. Es la espada del Espíritu, la Palabra de Dios. ¿Recuerdas cuando Jesucristo fue tentado? El diablo lo atacó y le dijo: “Te daré todos los reinos del mundo si te postras y me adoras”. Jesucristo contestó: Entonces Jesús le dijo: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “AL SEÑOR TU DIOS ADORARAS, Y SOLO A EL SERVIRAS.” (Mateo 4:10). Entonces el diablo lo tentó, y lo volvió a tentar, y Jesucristo dijo: “Escrito está, Satanás… escrito está”, y después citó la Palabra de Dios. Él usó la espada del Espíritu, y la Biblia dice que el diablo se fue y se apartó de Él por un tiempo.
La única arma que tenemos para derrotar al enemigo es la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. ¿Sabes qué fue lo que aprendí de eso? Aprendí esto: Cada vez que quiero estudiar la Palabra, empiezo a pensar en que tengo hambre y que tengo que buscar algo para comer, o me acuerdo de todas las cosas que no hice ese día. Yo sé que aquellos que están tomando este curso para discípulos tendrán toda clase de excusas de por qué no pueden asistir. Finalmente pude explicarme por qué sucede eso. Hay algo en la Biblia que Dios quiere
que sepamos pero el diablo no quiere que lo sepamos. Así que cada vez que tú te dispones a estudiar la Palabra de Dios, o a estudiar una lección del Curso de Evangelización para Discípulos, hay algo en la Palabra de Dios que el enemigo no quiere que tú lo sepas—él no quiere que conozcas al Dios que está en el trasfondo de esas palabras.
Hay un reino de las tinieblas, y hay un reino del amado Hijo de Dios. En Colosenses 1:13, Pablo dijo: “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado,” ¿En qué reino estás tú? Un reino es el ámbito donde alguien tiene el dominio y reina. Jesucristo es un rey. ¿Alguna vez le has entregado tu vida a Él? ¿Lo estás siguiendo a Él hoy, o estás permitiendo que otras cosas tengan prioridad en tu vida? En Lucas 6:46 Jesucristo dijo esto: “¿Y por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo?” Él quiere tener la preeminencia en tu vida, quiere ser el número uno. Hay un reino de las tinieblas que está tratando de mantenerlo alejado de esa supremacía, del lugar para reinar en tu vida. La razón de esto es que el enemigo quiere llegar a ese lugar de supremacía. Acércate a Jesucristo hoy con todo tu corazón, y date cuenta de que hay un enemigo. Su nombre es Satanás y tiene poder demoniaco, pero la Biblia nos dice que tenemos autoridad sobre él.
Jesucristo dijo en Mateo 10:8: “Sanad enfer mos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Predica el Evangelio del Reino, y conforme lo hagas tú tendrás autoridad sobre el enemigo. Ya no le permitas al enemigo que te aparte de lo que Dios tiene para tu vida. Haz a Jesús el Señor y el número uno en tu vida. Nunca te arrepentirás.
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